El imperio por dentro (Tercera parte)
12 Octubre 2010 9 Comentarios
CAPÍTULO 15
El Almirante Mullen compareció ante el Comité de Servicios Armados del Senado para su audiencia de confirmación con vista a un segundo mandato de dos años, dos días después de la primera sesión dedicada a la estrategia. En su alegato el Almirante se refiere a la estrategia sugerida por McChrystal y añade que esto probablemente signifique más tropas.
Cuando Obama supo del testimonio de Mullen, le hizo saber a su equipo cuán descontento se sentía al saber que Mullen públicamente estaba apoyando la estrategia de McChrystal. El Almirante declaró que el talibán había crecido tanto en tamaño como en complejidad, y que por eso apoyaba los esfuerzos encaminados hacia una contrainsurgencia con los recursos adecuados. ¿Acaso el Almirante ignoraba lo que Obama había dicho apenas dos días antes? ¿No le había dicho el Presidente a todos los presentes, Mullen incluido, que ninguna de las opciones parecía adecuada, que era necesario que ellos desafiaran sus propias presunciones y que iban a tener cuatro o cinco sesiones de debate sobre este asunto? ¿Qué era lo que estaba haciendo el principal asesor militar del Presidente al informar públicamente estas conclusiones preliminares?
En la reunión de los principales del Consejo de Seguridad Nacional se evidenciaba que estaban furiosos. Los Generales y Almirantes constantemente le están cerrando el paso al Presidente.
Emmanuel comentó que lo que se movía entre el Almirante y Petraeus no era correcto, que todo el mundo había apoyado públicamente la noción de que hacía falta enviar más tropas. El Presidente ni siquiera había tenido una oportunidad.
Morrell opinaba que Mullen podía haber evitado la controversia en su audiencia, simplemente diciendo que su función era la de asesor militar principal del Presidente de los Estados Unidos y del secretario de Defensa, y que debía darles sus recomendaciones a ellos primero en privado antes de anunciarlas públicamente y que no consideraba adecuado compartirlas antes con el Comité.
Morrell pensaba que todo era parte de la compulsión que sentía Mullen por comunicar, fortalecer la prominencia y la estatura de su posición. Tenía una página en Facebook, una cuenta en Twitter, videos en YouTube y un sitio web llamado Los viajes con Mullen: una conversación con el país.
El propio Mullen al salir al lobby descubrió que él mismo era el tema de una acalorada controversia.
Emmanuel y Donilon le preguntaron: ¿Cómo se supone que nosotros enfrentemos este asunto? Tú has dicho esto, y ¿qué debemos decir nosotros?
Emmanuel agregó que esta noticia iba a hacer titulares en todos los noticieros nocturnos.
Mullen quedó sorprendido. La Casa Blanca sabía de antemano lo que él iba a decir, pero en su testimonio no había dado cifras específicas de tropas. Fue tan amorfo como pudo. Pero en su audiencia de confirmación él tenía que decir la verdad y la verdad era que él compartía la noción de la necesidad de una contrainsurgencia. Eso es lo que yo pienso, dijo. ¿Cuál era su alternativa?
Donilon se preguntaba por qué Mullen había tenido que usar la palabra probablemente, y por qué no había dicho no sé. Eso hubiera sido mejor.
El titular de la primera página de The Washington Post de la mañana siguiente rezaba: Mullen: Probablemente se necesiten más tropas.
Obama convocó al General retirado Collin Powell a una reunión privada en la Oficina Oval el 16 de septiembre. Siendo Republicano, Powell le había dado un fuerte apoyo a Obama durante su campaña.
Refiriéndose a Afganistán, Powell le comentó que no se trataba de una decisión que se tomaba una sola vez, que ésta era una decisión que iba a tener consecuencias para una gran parte de su gobierno. Le recomendó: Sr. Presidente, no se deje presionar por la izquierda que quiere que usted no haga nada. No se deje presionar por la derecha que quiere que usted lo haga todo. Tómese su tiempo y decida usted mismo.
Y también le recomendó que no se dejara presionar por los medios de prensa, que se tomara su tiempo, que recopilara toda la información que necesitara para garantizar que después se iba a sentir cómodo con la decisión tomada.
Si usted decide enviar más tropas, o si eso es lo que usted piensa es necesario hacer, asegúrese de comprender bien qué es lo que van a hacer esas tropas y trate de tener alguna certeza de que el envío de tropas adicionales va a redundar en un éxito. Usted no puede garantizar el éxito en un teatro de operaciones tan complejo como el de Afganistán, que se complica cada vez más con el problema de Pakistán al lado.
Usted tiene que garantizar que la base de este compromiso suyo va a ser sólida, porque en estos momentos es un poco suave dijo Powell, refiriéndose a Karzai y a la corrupción generalizada que existe en su gobierno.
El Presidente no apoyaba plenamente una operación de contrainsurgencia, porque eso significaba asumir la responsabilidad de Afganistán por un largo período de tiempo.
El Presidente dijo que cuando se recibiera la valoración hecha por McChrystal, era evidente que todo el mundo tenía que reunirse en un salón a fin de garantizar que todo el mundo estuviese cantando a partir del mismo cantoral.
CAPÍTULO 16
El 29 de septiembre Jones convocó a los principales del Consejo de Seguridad Nacional para un debate de dos horas, a modo de ensayo para la reunión del día siguiente, sin la presencia del Presidente.
Cualquiera que hubiese visto un video de la reunión probablemente se alarmaría. Ocho años después de haber comenzado la guerra, aún se batallaba por definir cuáles eran los objetivos principales.
Biden había escrito un memorando de seis páginas exclusivamente para el Presidente, cuestionando los informes de inteligencia sobre los talibanes. Los informes presentaban al Talibán como el nuevo Al Qaeda. Como los talibanes eran los que combatían contra los estadounidenses, se había hecho usual que los árabes, los uzbecos, los tayikos y los chechenios cruzaran hacia Afganistán para lo que ellos llamaban el verano del yihad.
Biden indicó que estas cifras eran exageradas, que el número de combatientes extranjeros no sobrepasaba los 50 o los 75 cada vez.
El miércoles 30 de septiembre el Presidente celebró la segunda reunión para analizar el problema de Afganistán y Pakistán. Esta vez el grupo de asistentes era mayor. Petraeus estaba presente.
El Presidente preguntó: ¿Hay alguien aquí que piense que debemos irnos de Afganistán? Todos quedaron en silencio. Nadie dijo nada.
Bien, dijo el Presidente, ahora que podemos prescindir de eso, continuemos.
Obama también quería alejarse del tema de Afganistán durante el resto de la sesión.
Comencemos por lo que nos interesa, que es realmente Pakistán, no Afganistán, dijo. De hecho, si quieren, les pueden decir a los líderes pakistaníes que no nos vamos a ir de Afganistán.
Obama estableció las reglas para el resto de la sesión. Realmente quiero centrarme en los Estados Unidos. Considero que existen tres objetivos claves. Uno de ellos es proteger a los Estados Unidos, a sus aliados y a sus intereses en el extranjero. Dos, la preocupación acerca de la estabilidad y las armas nucleares en manos de Pakistán. Y si estoy centrando mi atención en los Estados Unidos, ¿existe acaso alguna diferencia entre los peligros que emanan de Al Qaeda o del Talibán?
Lavoy y Petraeus hicieron sus intervenciones. MacChrystal hizo una presentación sobre lo que él llamaba El Camino hacia su valoración inicial.
Obama expresó: Bien, ustedes han hecho su trabajo, pero hay tres nuevos acontecimientos: los pakistaníes se están comportando mejor; la situación en Afganistán es mucho más seria que lo que anticipábamos; y las elecciones afganas no dieron como resultado el punto de viraje que esperábamos -un gobierno más legítimo.
Biden favorecía el presupuesto, impugnado por el Presidente, de que Pakistán evolucionaría de la misma forma que evolucionaría Afganistán.
Robert Gates proponía tener en cuenta los intereses en el exterior y los aliados.
Hacia el final de la reunión Hillary preguntó de qué forma se utilizarían las tropas adicionales, a dónde irían, si iban en calidad de asesores, y cómo se aplicarían las lecciones aprendidas en Irak.
Los análisis de inteligencia al más alto nivel nunca fueron concluyentes acerca de una acción en Afganistán en estos momentos. Un Afganistán completamente desestabilizado tarde o temprano desestabilizaría a Pakistán. De modo que la interrogante ante el Presidente y su equipo era la siguiente: ¿Podían los Estados Unidos asumir ese riesgo?
Gates se reunió con el embajador pakistaní, Haqqani, en los Estados Unidos. Tenía que hacerle llegar un mensaje explícito del Presidente: no nos íbamos de Afganistán. Haqqani se refirió a una larga lista de cosas que el ejército pakistaní necesitaba. El Congreso había aprobado un fondo de 400 millones de dólares en mayo para mejorar el arsenal de la contrainsurgencia. Haqqani abordó el problema de los 1 600 millones que los Estados Unidos le debían al ejército de Pakistán por permitirle llevar a cabo operaciones militares a lo largo de la frontera. Después del 11 de septiembre, los Estados Unidos habían creado una cuenta de gastos a favor de Pakistán y de otros países, llamada Fondo de Apoyo a la Coalición, con la cual se les reembolsaba a los aliados por la ayuda prestada.
CAPÍTULO 17
Obama se reúne con un grupo bipartidista de aproximadamente 30 líderes del Congreso con el fin de darles una información actualizada sobre la revisión de la estrategia.
Varios legisladores criticaban el enfoque de Biden que defendía una ofensiva antiterrorista. Lo interpretaban como una forma de reducir la presencia de los Estados Unidos.
Biden aclaró que no estaba defendiendo una política que implicara una operación realizada sólo con el uso de Tropas Especiales.
El Presidente tuvo que aclarar que nadie estaba hablando de abandonar Afganistán.
McCain dijo que sólo esperaba que la decisión no fuese tomada a la ligera y que respetaba el hecho de que la decisión la debía tomar Obama como Comandante en Jefe.
Obama le respondió: le aseguro que no estoy tomando ninguna decisión a la ligera. Y usted tiene toda la razón. La decisión la tengo que tomar yo y yo soy el Comandante en Jefe.
Obama continuó diciendo: nadie siente tanta urgencia en tomar esta decisión -y hacerlo de la manera correcta- como yo.
Ese mismo día a las 3:30 de la tarde Obama volvió a reunir a su equipo para analizar la situación de Pakistán
El consenso dentro de la comunidad de inteligencia era que la situación en Afganistán no se iba a resolver si no había relaciones estables entre la India y Pakistán.
Mullen apuntaba que los programas de colaboración entre los ejércitos de los Estados Unidos y Pakistán habían ascendido a casi 2 000 millones al año, por concepto de equipamiento, entrenamiento y otras empresas.
Hubo sugerencias de abrir nuevas instalaciones en Pakistán con el fin de infiltrar fuentes de información en las tribus e incluir a asesores militares estadounidenses en las unidades pakistaníes.
Obama aprobó todas las acciones en el terreno. Era inusual recibir una orden inmediata del Presidente, pues hasta el momento en las sesiones de trabajo se hablaba mucho y no se tomaban decisiones.
CAPÍTULO 18
Por fin McChrystal tenía la oportunidad de presentar su opción para el incremento de tropas sólo ante los principales (Obama no estaba presente) el 8 de octubre.
La esencia de su exposición, con 14 diapositivas, era que las condiciones en Afganistán eran mucho peor que lo que se pensaba, y que sólo una ofensiva contrainsurgente que contara con plenos recursos podía remediar la situación.
Jones dijo que había preguntas aún sin responder, y anotó en su libreta que era imposible poner en práctica cualquier estrategia para Afganistán que no abordara el problema de los santuarios en Pakistán.
McChrystal planteaba tres opciones:
1. de 10 000 a 11 000 efectivos para entrenar a las fuerzas de seguridad afganas.
2. 40 000 efectivos para proteger a la población.
3. 85 000 efectivos para el mismo propósito.
McChrystal aclaró que el objetivo en este caso no era derrotar al talibán sino degradarlo, o sea, impedir que volviesen a tomar el control de partes claves del país.
Hillary preguntó si era posible llevar a cabo la misión de degradación con un menor número de tropas, y el General le respondió que no, que él abogaba por los 40 000 efectivos.
Al día siguiente Obama despertó con la noticia de que le habían otorgado el Premio Nobel de la Paz.
Esa misma tarde a las 2:30 el Consejo de Seguridad Nacional en pleno tendría una sesión de trabajo con el Presidente. Éste comenzó la reunión pidiéndoles a todos que le dijeran qué debía hacerse con la guerra.
Lavoy comenzó hablando sobre Pakistán y su obsesión con la India, y que los pakistaníes tenían reservas acerca del compromiso de los estadounidenses.
McChrystal dijo que a menos que la misión cambiara, él presentaba las mismas opciones.
Eikenberry resumió en 10 minutos sus opiniones, que eran bastante pesimistas. Coincidía con el hecho de que la situación se estaba deteriorando y que era necesario enviar más recursos, pero pensaba que la ofensiva contrainsurgente era muy ambiciosa.
Gates recordó que todos se habían abrazado a sólo tres opciones:
1. Contrainsurgencia, es decir, construcción de la nación.
2. Antiterrorismo, que muchas personas piensan se trata de misiles lanzados desde un buque en el océano.
3. Antiterrorismo plus, la estrategia propuesta por el vicepresidente.
Pero evidentemente había más opciones y no sólo estas tres. Gates agregó que era necesario redefinir el objetivo y que probablemente los Estados Unidos estaban tratando de lograr más que lo que se podía alcanzar.
Petraeus concluyó: Nosotros no vamos a destruir al Talibán, pero necesitamos negarle el acceso a zonas pobladas y líneas de comunicación claves para contenerlos.
Biden preguntó: ¿Cual sería el mejor estimado de tiempo para que las cosas marchen en la dirección correcta? Si dentro de un año no hay un progreso palpable, ¿qué hacemos?
No hubo respuesta.
Biden insistió: Si el gobierno no mejora y ustedes reciben las tropas, ¿cuál sería el impacto?
Eikenberry respondió que si bien los últimos cinco años no habían sido muy esperanzadores, había habido pequeños progresos, y que se podía capitalizar en ellos, pero que no se debían esperar avances significativos en los próximos seis a doce meses.
CAPÍTULO 19
Le tocaba el turno a Hillary en la reunión del 9 de octubre. Hillary dijo que el dilema era decidir qué era lo primero, si más tropas o un mejor gobierno; que para evitar el colapso se necesitaban más tropas, pero que ello no garantizaba el progreso.
Preguntó si era posible el logro de los objetivos en Afganistán y Pakistán sin el compromiso de enviar más tropas. Ella misma respondió que la única forma de lograr que el gobierno cambiase era enviando más tropas, pero que aún así no había garantías de que esto diera resultado.
Añadió que todas las opciones eran difíciles e insatisfactorias y agregó: Nosotros sí tenemos un interés de seguridad nacional en garantizar que el Talibán no nos derrote. Lo mismo ocurre con la destrucción de Al Qaeda, que sería difícil sin Afganistán. Es una opción extremadamente difícil, pero las opciones son limitadas, a menos que nos comprometamos y obtengamos una ventaja psicológica.
Mullen se hizo eco de otros comentarios de línea dura. Dennis Blair sugirió que la política interna podía ser un problema por el número de bajas, pues el mes anterior la cifra había ascendido a 40, el doble de la del año anterior. Él se preguntaba si valdría la pena. La respuesta era que el pueblo lo iba a apoyar en tanto creyera que había logros.
Por primera vez el Presidente tendría una estrategia elaborada por el gabinete de guerra en pleno, y podremos decirle al pueblo de los Estados Unidos lo que estamos haciendo, dijo.
Panetta opinaba lo siguiente: Usted no se puede ir. No puede derrotar al Talibán. Ellos no estaban hablando de la posibilidad de implantar una democracia al estilo de la de Jefferson en Afganistán, decía Panetta, quien consideraba que ésta era la base para reducir la misión de los Estados Unidos y aceptar a Karzai a pesar de sus defectos. Según Panetta, la misión era luchar contra Al Qaeda y garantizar que no existieran santuarios. Era necesario trabajar con Karzai.
Susan Rice dijo no haber tomado aún una decisión, pero que pensaba era necesario reforzar la seguridad en Afganistán para derrotar a Al Qaeda.
Holbrooke dijo que se necesitaban más tropas; la cuestión era saber cuántas y cómo utilizarlas.
John Brennan preguntaba qué era lo que se trataba de lograr, pues las decisiones en materia de seguridad que se adoptaran aquí serían aplicadas también en otras regiones. Si se tratara de un gobierno no corrupto, que prestara servicios a toda la población, eso no se iba a lograr mientras él estuviese vivo. Es por eso, decía él, que las palabras éxito, victoria y ganar complican nuestra tarea.
Habían transcurrido ya dos horas y media. El Presidente dijo que esas reuniones habían dado como resultado una definición útil del problema, que estaba emergiendo una nueva definición.
Esto no lo vamos a resolver hoy, dijo Obama. Ya hemos reconocido que no podremos derrotar completamente al Talibán.
Obama dijo que si aprobaba el envío de 40 000 tropas, eso no bastaría para una estrategia de contrainsurgencia que cubriera a todo el país.
Obama preguntaba si era posible llevar a los afganos al punto de que les permitieran a los Estados Unidos retirarse en un período de dos, tres, cuatro años.
No podemos mantener un compromiso por tiempo indefinido en los Estados Unidos, dijo Obama. No podremos mantener el apoyo interno y el de nuestros aliados sin dar ninguna explicación que incluya los límites de tiempo.
Holbrooke regresó a su oficina en el Departamento de Estado, donde el personal se quejaba de que se mantenían despiertos toda la noche redactando análisis que nadie se leía.
Holbrooke respondió que la persona a la cual estaban dirigidos sí se los leía. Que las noches en vela no habían sido en vano y que debían preparar un nuevo paquete de informes para el Presidente. Así concluye la síntesis de los capítulos 15 al 19, de los 33 que contiene Las guerras de Obama.
Ayer se anunciaba la publicación, casi simultánea, de otro libro, Conversando conmigo mismo, con prólogo de Barack Obama. Pero esta vez la edición verá la luz en 20 idiomas. Según se afirma, contiene cartas y documentos importantes de la vida de su autor: nuestro conocido y estimado amigo Nelson Mandela.
En los años finales de su cruel encierro, Estados Unidos convirtió el siniestro régimen del apartheid en potencia nuclear, suministrándole más de media docena de bombas nucleares, destinadas a golpear las fuerzas internacionalistas cubanas, para impedir su avance en el territorio ocupado por Sudáfrica en Namibia. La aplastante derrota del ejército del apartheid en el Sur de Angola dio al traste con el infame sistema.
Nuestros representantes en España prometieron adquirir y enviar de inmediato ejemplares del libro, cuyo lanzamiento estaba anunciado para hoy 12 de octubre. Pero casi a las seis de la tarde nada se sabía todavía, porque era feriado en España y las librerías no vendían. Se cumplía el 518 aniversario del día en que nos descubrieron y España se convirtió en imperio.
Prosigue mañana.
Fidel Castro Ruz
Octubre 12 de 2010
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